Homo Faber
Un informe
Salimos de La Guardia, Nueva York, con tres horas de retraso a causa de las ventriscas. El aparato era, como de costumbre en aquel trayecto, un Super-Constellation. Yo me dispuse inmediatamente a dormir; ya era de noche. Aguardamos cuarenta minutos más, a la intemperie, en la pista. Nieve frente a los reflectores, nieve pulverizada y remolinos sobre la pista, pero lo que me puso nervioso hasta el punto de no dejarme coinciliar inmediatamente el sueño nou fue el reportaje de la revista que distribuyó la azafata, «FIRST PICTURES OF WORLD'S GREATEST AIR CRASH IN NEVADA» (Primeras fotos de la mayor catástrofe aérea del mundo en Nevada), una noticia que yo ya había leído a mediodía, sino aquella vibración en el aparato pegado al suelo con los motores en marcha y aquel joven alemán a mi lado, que llamó inmediatamente mi atención. No me explico por qué, pero llamó mi atención cuando se quitó el abrigo, cuando se sentó y se subió la raya de los pantalones, cuando no hizo absolutamente nada más que esperar el despegue como hacíamos todos, sentado sencillamente en el sillón, un hombre rubio, de tez rosada, que se me presentó inmediatamente, incluso antes de que nadie se hubiera abrochado los cinturones. No logré oir su nombre: los motores zumbaban, uno tras otro, a máxima potencia.(Traducción del aleman Margarita Fontseré)
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