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El tren avanzaba impetuosamente, con ritmo furioso y entrecortado. Tenía que detenerse, cada vez con mayor fracuencia, en estaciones de poca monta donde permanecía unos momentos esperando con impaciencia la señal para volver a embestir la pradera. Pero su avance apenas se notaba. Diríase que la pradera ondulaba solamente, como una inmensa manta, rosada y ocre, que alguien estuviese sacudiendo. Cuanto más rápido iba el tren, más vivaces y burlonas eran las ondulaciones.Guy desvió la mirada de la venmtanilla y se retrepó en el asiento.
<<Miriam daría largas al divorcio en el mejor de los casos –pensó–. Tal vez ni siquiera deseaba divorciarse, sólo dinero. ¿Llegaría realmente a concederle el divorcio algfuna vez?
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