Verano
– Que duermas bien, cariño.
La madre de Noboru salió del cuarto del chico y cerró la puerta con llave. ¿Cuál sería su reacción en caso de incendio? En primer lugar, lo sacaría de allí: se había hecho esa promesa. Pero ¿y si el calor retorcía la puerta de madera o la pintura obstruía el ojo de la cerradura? ¿La ventana? El camino de abajo era de grava, y la altura del segundo piso de aquella casa alta y estrecha tampoco permitía abrigar demasiadas esperanzas.
La culpa era del chico. No habría pasado si no se hubiera dejado convencer por el jefe y no se hubiera escapado de casa aquella noche. Luego vino la letanía de preguntas, pero él se había negado a revelar el nombre de su jefe.
(Trad. Jesús Zulaika Goikoetxea)
Alianza Editorial
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